El Espectador

Addison
publicaba en Londres una hojita diaria sin enlace de ningún género.
Idea que le ocurría la ponía por escrito; y así hoy era un asunto
filosófico, mañana un tratado de política; al día siguiente una anécdota
de costumbres; de tal suerte que los sucesos de la vida, sin método ni
consecuencia, iban en caprichosa alternación entre la historia, las
nociones científicas, las buenas letras, los viajes, y todo lo que forma
el globo de nuestros conocimientos en ese desorden armonioso que
constituye el paso del mundo. Ese periódico de hoja diminuta vino al fin
á componer un libro de muchos tomos, que fué desde entonces una de las
obras maestras de la literatura, y lo será mientras se lea inglés en las
naciones.